jueves, 28 de junio de 2018

UNA LECCIÓN

Ese estudiante de segundo ciclo de Humanidades creyó encontrar en la cita de Valle-Inclán “El Arte es el supremo juego, donde no se gana ni se pierde”, una de las claves de su potencial vida intelectual futura. Ese estudiante, que ya contaba con otra licenciatura en su Haber, rondaba los veinticuatro años y provenía de un entorno acomodado, en el que no le habían faltado estímulos artísticos ni recursos para expresar en casi cualquier forma su creatividad.

Un sábado por la mañana, alrededor de las siete, se encontraba el estudiante desayunando con amigos en un bar de la ciudad después de una juerga. Se trataba del bar por excelencia en el que universitarios de la zona alta se reunían para comer un bocadillo y aplacar la resaca que iban a tener tras volver a casa y dormir unas horas.

En un lance, ese estudiante se encontró pidiendo en la barra unas tiras de pollo rebozado, que es lo que le venía mas en gana siempre en esas circunstancias. Mientras esperaba, a su lado, un tipo de mediana edad, con aspecto algo cochambroso y gesto nervioso se dirigió a él. El estudiante no le prestó atención, medio por rechazo, medio por el alcohol ingerido durante la noche, que le tenía en trance. En un segundo intento del tipo, el estudiante escuchó: “Que es el Arte?”.

Aunque quizás no era su público, ese estudiante no quería desperdiciar una ocasión para lucirse. Y mientras se disponía a contestar la cita que tenía grabada, el indigente se avanzó: “Helarte, es morirte de frío”.

El estudiante, interrumpido, sintió que le habían ganado la mano. Alzó la vista tímidamente y encontró una mirada grave.

Su pollo estaba listo, se giró para recogerlo y al volverse, ya no había nadie a su lado.

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